Atando Cabos
Ayer fui a ver una Película recomendada por la Dra. Ester Pomeranek, para
poder comprender el sentido de una metodología de trabajo que estaba empleando, cuyo estilo y logros son destacables.
Fue así que en la mañana me avoque a investigar en que salas proyectaban la película y sus horarios. Seleccioné los Cines del Tren de la Costa, en San Isidro, pues era el más cercano y el horario acorde a mi disponibilidad de tiempo, además de creer que el lugar era agradable y de onda.
Cual fue mi sorpresa cuando llegue, un lugar totalmente desolado, con negocios cerrados desde hacía un tiempo (en estado total de abandono, sucio y sin vida). En el medio una boletería con dos personas en situación de aburrimiento, a los costados un par de salas que estaban cerradas. Pegunté por la película y solicité la entrada correspondiente (ya tenía algún conocimiento de ello pues había consultado por teléfono previamente). Cuando quiero ingresar, una persona que oficiaba de control me dice espere un momento que voy abrir pero si no le incomoda podemos esperar un poco para ver si viene alguien más (o caramba era el único espectador), por suerte veo que una pareja mayor viene a lo mismo y mi ánimo cambió un poco, bueno ya éramos tres y toda la sala para nosotros.
Lo lamentable es que uno tiene en los recuerdos a ese lugar como Snob, moderno (te imaginas gordi, vamos al Tren de la Costa en San Isidro), pero por más vuelta que le demos este lugar me representó el fiel reflejo de la decadencia Argentina (salvando las distancias)
Pero en fin así era la cosa y después de unos minutos dieron comienzo con la proyección.
Como soy una persona inquieta ya me había informado por Internet sobre el argumento, con lo cual estaba preparado para comprender bien la trama.
Ante todo quiero reconocer que el Actor Principal de la misma: Kevin Spacey (un integrante de la familia Quoyle, en la película) realiza una labor estupenda, no puedo decir sorprendente porque ya había visto otros trabajos de él y siempre me pareció un excelente Actor (como en The Usual Suspect), claro por supuesto, secundado por excelentes actores como: Julianne Moore, Judi Dench y Cate Blanchett.
La película transcurre en la Isla de Terranova (rodada en el mismo lugar), en pleno Invierno, con hielo, fuertes vientos y lugareños que su principal actividad era la pesca.
Quoyle (Kevin Spacey) era una persona que de niño fue muy maltratado por su padre (verdaderamente un déspota) quien no solo pretende que su hijo aprenda a nadar tirándolo al agua y que se arregle solo, sino que con su actitud hace que Quoyle adquiera una personalidad débil (lo contrario de lo que quería su padre), con mucho miedo al agua e inseguro de sí mismo.
Quoyle, ya de grande, trabaja en una Editorial como cargador de tintas (son los que les ponen las tintas a las rotativas para que se imprima el diario), pero siempre mostrando una faceta autista, sumido en sus recuerdos.
Un día lluvioso, una mujer de vida rápida, entra en su coche escapando de un hombre y terminan en un restaurante, luego como era de esperar ella lo lleva a la cama y después de experimentar el placer de estar con una mujer Quoyle exclama que la ama y ella ni corta y ni perezosa lo hace su esposo.
Claro que Quoyle no podía darle ni el confort que ella quería ni la libertad que necesitaba para saciar su sed de aventura. Así fue que después de quedar embarazada y tener una beba, al cabo de unos años ella se fuga de la casa con la hija y con un hombre de turno, pero la suerte quiso que el coche se desbarrancara y cayera al agua ahogándose los dos, ya que a la niña la había vendido a unos traficantes de chicos, pero como Quoyle había dado parte a la Policía, rápidamente fue rescatada y restituida a su padre. Quoyle le oculta a su hija la muerte de la madre (quizá para no atormentarla o quizá por no saber qué hacer o hacerlo). Por ese entonces Quoyle recibe también la noticia de la muerte de sus padres, quienes fueron cremados y llevadas sus cenizas por Quoyle a su casa en dos jarrones.
Anoticiada la Tía de Quoyle de la muerte de su hermano, concurre a visitarlo y entre charlas y miradas, ella le propone mudarse a Terranova para que la distancia y el tiempo ayuden a soportar la tragedia.
Quoyle, ya en Terranova, consigue un trabajo de reportero en el periódico local, claro que siendo cargador de tintas pasar a ser reportero, le deparó muchos inconvenientes, pues en realidad no sabía como hacer el trabajo. Al director del periódico solo le interesaba que escribiera sobre accidentes, choques, muertes, etc. Cosas que por sus titulares ayudara a vender ejemplares (como al estilo de Crónica en nuestro país), pero él tenía otra cosa en mente pero sin saberlo. Un día, en el muelle, observa un hermoso Yate y al conversar con sus dueños (de apariencia muy adinerados) le explican que había pertenecido a Hitler, que tenía tales y cuales comodidades, que estaba hecho de tal manera, etc.etc.
A raíz de éste hecho comienza a escribir un artículo sobre el Yate y lo entrega al Jefe de Reporteros, quien no gozaba de su presencia y creyendo que le iba a realizar una trastada para que lo echen, lo publica en primera plana. Al día siguiente el Director le pregunta al Jefe si él le había encomendado esa tarea y al responderle que no, que Quoyle lo hizo porque quiso y lo mando a llamar, ante la mirada socarrona del Jefe quien pensaba que su suerte estaba echada.
Y fue así, la suerte de Quoyle estaba echada pues el Director, después de explicarle el éxito del artículo a raíz de muchas llamadas recibidas y del elogio de su mujer, le encomienda que comience a escribir ese tipo de artículos, pero claro, Quoyle seguía adoleciendo de la falta de conocimientos por lo que un día el Director le explica que a través de un buen título se puede entender y desarrollar bien la historia.
No es casual que su Tía lo haya llevado a Terravova, pues es ahí donde la Familia Quoyle se afincó, desde sus ancestros, con sus historias tenebrosas, que por cierto no fueron nada agradables, de allí es que el género de la película sea un drama.
Pues bien, antiguamente los Quoyle eran una familia sangrienta y cruel, como estaban en una bahía de pescadores, ponían faros en forma de trampa para que los barcos encallen y allí saquearlos, no sin matar gente y destruir las naves. Un día el pueblo se subleva ante semejantes atrocidades y los echan del lugar por lo que se trasladan hacia otro (dentro del territorio de Terranova) pero arrastrando sobre el terreno gélido la casona en la cuál vivían, por medio de sogas y troncos sirviendo de rieles y la colocan sobre una colina pero amarrándola con cabos gruesos (tipo maromas) desde sus cuatro lados para que los vientos no la derrumben.
Quoyle, su hija y la Tía van a vivir a esa casa abandonada pero que la remodelan para que sea habitable. Allí rememoran hechos vividos, como ser: la historia misma de la familia ya contada, la relación de Quoyle y su Padre, el hecho de que su Padre embarazara a su Hermana (la Tía) cuando ésta tenía apenas 12 años y que eso la llevo a tener trastornos de infancia no resueltos y que a la vejez tenía una pareja femenina como amante que por vergüenza ocultaba, etc. etc.
También vivía cerca del lugar un Tío Quoyle, quien haciendo nudos en una soga y dejándola en la entrada de la puerta todas las noches, creía que con ese hechizo haría que se alejaran de la casa.
Una maestra jardinera que tenía un hijo discapacitado atendía una escuela o jardín, a la cual concurría la hija de Quoyle, se convirtió en pareja de éste y que también tenía un pasado oculto, ya que su marido la había abandonado por otra y ella lo hizo pasar por muerto convirtiéndose en una falsa viuda (por vergüenza).
Transitando todas éstas historias y a través de su trabajo de reportero, Quoyle con la ayuda del significado de los titulares, va logrando lentamente no solo comprender lo sucedido, sino, también, comprender su propia situación dándole el tratamiento correspondiente a cada situación y su posterior significado positivo de vida actual que le permitieron una transformación victoriosa de un hombre común, intentando reconstruir su quebrantada vida y reparar su alma golpeada.
Es así como en una noche, el hechizo parece haber dado resultados, después de salir de esa casona, pues las circunstancias así lo aconsejaban, un fuerte viento logra soltar las amarras y ésta se desploma, derrumbándose también todas las historias tenebrosas que contenía.
Al día siguiente, Quoyle, su hija, la maestra y su hijo se encuentran en el lugar observando las ruinas de lo que fue divagan sobre el hecho de construir una casa de verano en ese mismo lugar que era una colina, preguntando su hija si ahí había veranos y si se podían hacer cosas hermosas, a lo cual Quoyle expresa su mejor titular: TREMENDO TEMPORAL AZOTA Y DESTRUYE UNA CASA, OBSERVANDO UN HERMOSO PAISAJE EN EL HORIZONTE.
La Película que les acabo de contar deja muchas enseñanzas y si asociamos la primer parte de mi narración con lo que está sucediendo en el País, comprenderán que la Sociedad Argentina también tiene y debe hacer un análisis como los que hizo Quoyle, ya sea en lo individual como en lo colectivo.
Nuestro pasado nos condena, hemos vivido siempre del curro, la coima y el acomodo y hemos tapado (quizás por vergüenza) nuestros yerros y fracasos.
Creo que esta Crisis de Valores (como la llamamos en Sociología) y por la que atravesamos nos debe proporcionar las herramientas necesarias para hacer un MEA CULPA, procesar correctamente los hechos históricos y contemporáneos, enterrándolos como es debido y a partir de allí construir una verdadera Nación, con valores en los cuales la Sociedad se apoye y se sienta orgullosa de ser lo que es y vivir donde vive.
Estamos reconociendo un Estado elefantiásico y corrupto, además de ineficaz, pero ello tiene una consecuencia. Debemos ser capaces de reconocerla y corregirla, construyendo bases sólidas pensando en el mañana (planificando) y no vivir el día y el que me importa.
Hemos presenciado que la sociedad reacciona recién cuando nos tocaron los bolsillos y los cacerolazos solo sirvieron para una práctica de comparsa.
No hay trabajo, la desocupación es grande y recién nos damos cuenta que no hay circulante porque apareció el corralito y el FMI no nos da plata. No fuimos capaces de comprender o advertir que la desocupación comenzó hace años y que eso traería aparejado recesión, menor consumo, menores ingresos públicos, menos circulación de dinero, etc.etc.
El FMI tiene razón en no darnos dinero (no somos confiables), cambiamos las reglas de juego como el Camaleón y además porque los Estados: Nacional, Provincial y Municipales (inoperantes e ineficaces) tienen semejante dotación de gente y con altísimos sueldos.
Creo que es el momento, por mas sufrimiento que padezcamos (pues sin él no hay crecimiento), de hacer nuestro trabajo y transformar con éxito esta Sociedad miserable y pacata.
Como decía Nietzsche “El dolor, cuando no destruye, fortifica”. Esta crítica situación que atraviesa gran parte de nuestra sociedad es la mejor muestra de un dolor que, por inevitable y severa, marca un hito en la vida Argentina.
Una concepción histórica de país, arraigada en épocas de esplendor, fomentó conductas dispendiosas que fueron mermando las reservas de la Nación, hasta enfrentarla a una realidad cruda que no tolera más la frivolidad y la negligencia. La falta de confianza en nosotros mismos ha trascendido las fronteras y ya el mundo nos da la espalda, cansado de promesas incumplidas y de una incorregible predisposición a solucionar los problemas mediante cosas fáciles (pidamos plata, total alguien la pagará o vendamos las joyas de la abuela sino las sabemos usar).
El futuro no es algo que se debe predecir (como dicen algunos chantapufis), es algo que se debe alcanzar.
Sin embargo, aún en el bode del precipicio, ante una inédita pero imaginada conjunción de crisis política, económica y social, nos debatimos en discusiones inútiles, privilegiando intereses sectoriales por encima de los de la Nación, sin advertir que hoy se nos plantea, quizás, la última oportunidad. Tal vez ésta última frase tan reiterada se ha venido desgastando hasta el punto en que hemos narcotizado el dolor, transformándolo en resignación y sufrimiento.
Los cambios producen sufrimientos cuyos costos debemos asumirlos, sin embargo el rumbo sin timón que lleva la Argentina hace imprevisible el rédito de los costos que hoy nos toca pagar.
Llegó la hora de la sinceridad y la solidaridad, debemos recurrir a las bases de la sociedad, La Familia y desde allí, a través de las asociaciones intermedias (como Red Solidaria por ejemplo, que es digna de mención por su forma de actuar), producir hechos y actos positivos, tanto en lo individual como en lo colectivo y de esa manera nuestras conductas plasmarán un porvenir mejor.
Tomemos como ejemplo a Quoyle, tal vez lo logremos
Lic. Ismael Andrés Alegre
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